El origen de lo dramático (Preadolescente en camino)



Iliana y mi hija Ariana en sesión de fotos. NOTA: esta foto no es posada la expresión fue natural.
Miran su teléfono celular mientras conversan, contestan diciendo ajá, casual o equis, se encierran en sus cuartos, te retan, no miran a los ojos, visten de forma curiosa, están todo el día en el chat, te desafían, usa audífonos en el carro y se creen inmortales. Correcto, ellos son nuestros hijos adolescentes.

Y claro he descrito un estereotipo ya que dependiendo de su entorno, temperamento, relaciones y moldeo de su carácter tendrán más o menos de esta lista, pero sin duda estas características mucho tienen que ver con la generación que tocó vivir, a ellos como hijos y a nosotros como padres. Definir y peor aún comprender la pre adolescencia y adolescencia no es nada sencillo, desde Wikipedia que dice que “es un periodo del desarrollo biológico, psicológico, sexual y social  inmediatamente posterior a la niñez y que comienza con la pubertad, hasta el concepto que tienen muchos padres en su propia Wikipadres donde afirman que la adolescencia es la etapa más horrible, cruel y despiadada que han vivido o viven. Frustración, miedo, ansiedad, enojo y tristeza con deseos de renuncia son en muchos casos las emociones que suelen acompañarnos como padres cuando vivimos esta marcha de la vida sin prepararnos y sin entender lo primordial de una relación padre-hijo adolescente, que en buena medida pasan por: El amor, el perdón y los límites. 

Mi hija Ariana tiene casi 13 años hace algunos meses me dijo: "Creo que los adultos ven la adolescencia de forma muy dramática" Para ser honesto esta afirmación me noqueó y me hizo reflexionar mucho sobre ¿dónde comienza el dramatismo? y acaso ¿lo hay?

Padres presentes en la niñez.
Al comprender lo que sucede en el cerebro y mente de un niño veo la importancia que es para los padres estar especialmente enfocados e intencionalmente presentes en estos años. El niño en edad preescolar experimenta nuevas necesidades, concretamente afectivas él quiere ahora ser reconocido como niño o niña y  le encanta captar la atención del padre del sexo opuesto. Es también la edad de los primeros amigos y de los amigos imaginarios, el niño quiere desarrollar sus vínculos con los adultos. Hacia los 4 o 5 años se abre a la colaboración, está cada vez menos centrado en sus propias necesidades y su imaginación reclama ser alimentada: los juegos imaginarios son los que más le satisfacen. La cascada de “por qués” y otras cuestiones sobreviene al final de los 4 años, el niño distingue ahora los diferentes momentos del día: mañana, medio día, tarde, noche, comienza a utilizar las preposiciones y hacia los 5 años, el niño controla un lenguaje flexible y expresivo, su conversación es más coherente y lo que nos cuenta tiene cada vez más relación con el contexto. Esto significa que ha comprendido que su percepción de las cosas puede diferir de la percepción de los otros. Los pre adolescentes traerán consigo las marcas de su niñez, marcas que servirán para respetar límites o para romperlos, por esto hoy más que nunca es importante durante la niñez de nuestros hijos no pasar junto a ellos en automático, sino todo lo contrario, debemos ser estratégicos e intencionales al relacionarnos con ellos, nada debe quedar a la ligera, nada debe quedar a la improvisación. 

Otro común denominador en este periodo es que sin pensarlo damos por sentado que la niñez es linda así por así, pero esto es porque nuestros hijos aun no nos cuestionan, parecen no fijarse en nuestras contradicciones. Nuestros pequeños no parecen reclamarnos si no pasamos tiempo con ellos, creemos que no perciben nuestra carencia de valores porque no nos preguntan, pensamos que nuestros niños solo nos aman y desean estar con nosotros sin esperar mucho o pedir nada cambio. Esta relación más parecida a la de mascota-dueño que a la de hijo-padres, es el origen de lo dramático.

Y un día, de súbito, sin previo aviso parecen despertar. Es ahí donde comienzan a preguntarnos sobre lo que se han fijado atentamente y por más de 8 años durante su niñez. Es ahí a los nueve, diez, once años en su pre adolescencia donde se revelan porque mamá y papá no viven en casa los principios que pregona fuera de ella, es ahí donde las preguntas se convierten en retos y los retos no resueltos en transgresiones. Nace la rebeldía. Pero los padres no entendemos y pensamos que por arte de magia de una etapa de dulce calma pasan repentinamente a una de desobediencia, violación y quebranto de las leyes de la casa y hasta de la sociedad. Y justo ahí es donde muchos padres nos preguntamos confundidos ¿Cuándo comenzó a retarme de esa manera?, ¿Dónde quedó aquel niño? o ¿Quién me cambió a mi hijo?. Sucede que para nosotros ya no es cómodo vivir con una persona en la misma casa que se fije a diario en lo que hacemos, que nos cuestione y hasta rete por lo que hablamos y lo que no vivimos. Quizá no es un monstruo, sino aquel niño que necesita crecer y entender que a los ocho años su mentor, su líder le debe explicaciones de la incoherencia que ha visto y oído durante su niñez.

Nadie nos cambió a nuestros hijos…
Pero quizá a ellos alguien les cambió a sus padres. Y quizá solo quizá un día despiertan sin entender que papá y mamá no les dieron las caricias que necesitaron, no estuvieron cuando tuvieron que estar, no viven como dicen vivir. Y quizá, ellos necesitan crecer y tomar sus propias decisiones, necesitan poner a prueba si lo que han visto en casa funciona frente a sus amigos y su entorno. Y quizá solo quizá por eso nos retan y desafían de la forma que lo hacen. Aunque pareciera exagerado o dramático prepararse para convivir con un hijo adolescente es lo más sabio que podemos hacer. Y sí, es dramático que siendo padres hagamos un mal papel, que seamos malos líderes. Dios nos ha confiado a un hijo como una persona individual que debemos guiar y acercar a su llamado, y no hacerlo es muy dramático. Establecer fuertes cimientos en la relación padres hijos-adolescentes es vital para vivir junto a ellos una etapa fantástica. La divina sabiduría Bíblica no lo puede expresar mejor:


Prefiramos como padres antes de llegar a esta etapa, calcular y asegurarnos que tenemos el valor y el conocimiento para liderarla, coloquemos conscientemente cimientos para poder terminar bien la adolescencia de nuestros hijos, y que nadie se burle de nosotros y de ellos, que nadie diga de ti: “Este hombre ya no pudo terminar lo que comenzó a construir”.

Y justo es eso lo que debemos hacer con nuestros hijos guiarlos para que construyan sus propios sueños, que construyan su destino y encuentre su especial llamado.

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