El origen de lo dramático (Preadolescente en camino)
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Iliana y mi hija Ariana en sesión de fotos. NOTA: esta foto no es posada la expresión fue natural. |
Y claro he descrito un estereotipo ya que dependiendo de su entorno,
temperamento, relaciones y moldeo de su carácter tendrán más o menos de esta
lista, pero sin duda estas características mucho tienen que ver con la
generación que tocó vivir, a ellos como hijos y a nosotros como padres. Definir
y peor aún comprender la pre adolescencia y adolescencia no es nada sencillo,
desde Wikipedia que dice que “es un periodo del desarrollo biológico, psicológico, sexual y social inmediatamente posterior a la niñez y que comienza con la pubertad”, hasta el
concepto que tienen muchos padres en su propia Wikipadres donde afirman
que la adolescencia es la etapa más horrible, cruel y despiadada que han vivido
o viven. Frustración, miedo, ansiedad, enojo y tristeza con deseos de renuncia
son en muchos casos las emociones que suelen acompañarnos como padres cuando
vivimos esta marcha de la vida sin prepararnos y sin entender lo primordial de
una relación padre-hijo adolescente, que en buena medida pasan por: El amor, el perdón y los límites.
Padres presentes en la niñez.
Al comprender lo que sucede en el
cerebro y mente de un niño veo la importancia que es para los padres estar
especialmente enfocados e intencionalmente presentes en estos años. El niño en edad preescolar experimenta
nuevas necesidades, concretamente afectivas él quiere ahora ser reconocido como
niño o niña y le encanta captar la atención del padre del sexo opuesto.
Es también la edad de los primeros amigos y de los amigos imaginarios, el niño
quiere desarrollar sus vínculos con los adultos. Hacia los 4 o 5 años se abre
a la colaboración, está cada vez menos centrado en sus propias necesidades y su
imaginación reclama ser alimentada: los juegos imaginarios son los que más le
satisfacen. La cascada de “por qués” y otras
cuestiones sobreviene al final de los 4 años, el niño distingue ahora los
diferentes momentos del día: mañana, medio día, tarde, noche, comienza a
utilizar las preposiciones y hacia los 5 años, el niño controla un lenguaje
flexible y expresivo, su conversación es más coherente y lo que nos cuenta
tiene cada vez más relación con el contexto. Esto significa que ha comprendido
que su percepción de las cosas puede diferir de la percepción de los otros. Los pre adolescentes traerán
consigo las marcas de su niñez, marcas que servirán para respetar límites o
para romperlos, por esto hoy
más que nunca es importante durante la niñez de nuestros hijos no pasar junto a
ellos en automático, sino todo lo contrario, debemos ser estratégicos e intencionales
al relacionarnos con ellos, nada debe quedar a la ligera, nada debe quedar a la
improvisación.
Otro común denominador en este periodo es que sin pensarlo damos
por sentado que la niñez es linda así por así, pero esto es porque nuestros
hijos aun no nos cuestionan, parecen no fijarse en nuestras contradicciones.
Nuestros pequeños no parecen reclamarnos si no pasamos tiempo con ellos,
creemos que no perciben nuestra carencia de valores porque no nos preguntan,
pensamos que nuestros niños solo nos aman y desean estar con nosotros sin
esperar mucho o pedir nada cambio. Esta relación más parecida a la de mascota-dueño
que a la de hijo-padres, es el origen de lo dramático.
Y un día, de súbito, sin previo aviso
parecen despertar. Es ahí donde comienzan a preguntarnos sobre lo que se han
fijado atentamente y por más de 8 años durante su niñez. Es ahí a los nueve,
diez, once años en su pre adolescencia donde se revelan porque mamá y papá no viven en casa los principios que pregona fuera de ella, es ahí donde
las preguntas se convierten en retos y los retos no resueltos en
transgresiones. Nace la rebeldía. Pero los padres no entendemos y pensamos que
por arte de magia de una etapa de dulce calma pasan repentinamente a una de
desobediencia, violación y quebranto de las leyes de la casa y hasta de la
sociedad. Y justo ahí es donde muchos padres nos preguntamos confundidos ¿Cuándo comenzó a retarme de esa manera?, ¿Dónde
quedó aquel niño? o ¿Quién me cambió a mi hijo?. Sucede que para nosotros ya no es cómodo
vivir con una persona en la misma casa que se fije a diario en lo que hacemos,
que nos cuestione y hasta rete por lo que hablamos y lo que no vivimos. Quizá
no es un monstruo, sino aquel niño que necesita crecer y entender que a los
ocho años su mentor, su líder le debe explicaciones de la incoherencia
que ha visto y oído durante su niñez.
Nadie nos cambió a nuestros hijos…
Pero quizá a ellos alguien les cambió a
sus padres. Y quizá solo quizá un día despiertan sin entender que papá y mamá
no les dieron las caricias que necesitaron, no estuvieron cuando tuvieron que
estar, no viven como dicen vivir. Y quizá, ellos necesitan crecer y tomar sus
propias decisiones, necesitan poner a prueba si lo que han visto en casa
funciona frente a sus amigos y su entorno. Y quizá solo quizá por eso nos retan
y desafían de la forma que lo hacen. Aunque pareciera exagerado o dramático prepararse para convivir con un hijo adolescente es lo más
sabio que podemos hacer. Y sí, es dramático que siendo padres hagamos un mal papel, que seamos malos líderes. Dios nos ha confiado a un hijo como una
persona individual que debemos guiar y acercar a su llamado, y no hacerlo es
muy dramático. Establecer fuertes cimientos en la relación
padres hijos-adolescentes es vital para vivir junto a ellos una etapa
fantástica. La divina sabiduría Bíblica no lo puede expresar mejor:
Prefiramos como padres antes de llegar a
esta etapa, calcular y asegurarnos que tenemos el valor y el conocimiento para liderarla, coloquemos conscientemente cimientos para poder terminar bien la
adolescencia de nuestros hijos, y que nadie se burle de nosotros y de ellos, que nadie
diga de ti: “Este hombre ya no pudo terminar lo que comenzó a construir”.
Y justo es eso lo que debemos hacer con nuestros hijos guiarlos para que construyan sus propios
sueños, que construyan su destino y encuentre su especial llamado.
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